Sorpresa para mi novio

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Llevo demasiado tiempo en la misma postura.

Me cuesta respirar con el pecho atrapado entre mi propio peso y la cama.

No poder mover las manos me mata y para rematar, las esposas están demasiado apretadas.

Sacudo las piernas cuando siento el hormigueo previo a que se duerman. Estar bocabajo no facilita las cosas. Tener los tobillos atados aún menos. Estiro los dedos de los pies y muevo las rodillas. Parece que la sangre vuelve a correr sin problemas. De momento.

Estando inmovilizada no dejo de darle vueltas a la cabeza: -«¿Por qué tarda tanto?». -”¿No le habrá llegado el whatsapp?” -«¿Le habrá pasado algo?, nunca se retrasa tanto.». Y la pregunta que intento evitar: -«¿Y si no viene?».

Mal día he elegido para sorprender a mi novio.

No penséis que me preocupa que me pueda pasar algo. No. Me preocupa salir en las noticias de sucesos: «encontrada mujer muerta completamente desnuda, estirada en la cama bocabajo, con los tobillos separados un metro y medio y atados a la cama, las manos esposadas tras la espalda, los ojos vendados y una nota entre sus rodillas donde se podía leer:

«Hoy es un día especial, hoy soy toda tuya. Soy tu puta. Haz lo que quieras con mi cuerpo… LO QUE QUIERAS.»

Pero lo peor no son ni los problemas para respirar, ni las piernas dormidas ni el escozor en tobillos y muñecas. Lo peor viene de entre mis piernas: ese picor, ese calor inhumano y esa humedad incontrolable que no puedo mitigar con mis manos esposadas.

Doy gracias a Dios cuando oigo las bisagras de la puerta de casa chirriar. El posterior portazo me sabe a gloria.

Noto una gota resbalando entre mis muslos justo en el momento que la puerta de mi habitación se abre y una fresca brisa recorre las curvas de mi piel desnuda.

Silencio.

No me muevo ni un pelo. Me siento tensa de pies a cabeza. Durante unos instantes creo que se rajará y me llamará loca y no sé cuántas cosas más.

Nada. Sólo su entrecortada respiración.

Noto como el aire de la habitación cambia a medida que se me acerca.

De nuevo silencio.

Ladeo mi cara mirando sin ver hacia donde creo que está él.

Entorno los ojos intentando ver a través de la venda. La cinta de seda roja no deja pasar ni un resquicio de luz.

Sonrío a la oscuridad y dejo descansar mi mejilla sobre la sábana.

Me muerdo el labio superior forzándome a seguir en silencio. Le pediría a gritos que me follase ahora mismo, que me empalase con todas sus fuerzas, que nunca he estado tan excitada, pero me muerdo con más fuerza hasta hacerme daño.

La cama se hunde a mi derecha.

Froto mi cara con la sábana desesperada por sentir algo de contacto. Una mano se postra en mi espalda.

Respondo, sobresaltada, con un respingo y miro hacia mi derecha. No sé donde está y, durante unos instantes, me siento estúpida al pensar que, quizás, estoy mirando al lado equivocado.

Una caricia en mis labios me deja tranquila.

La mano de mi espalda empieza a viajar sobre mi piel, yendo hacia abajo. Me recorre las nalgas con el dorso de la mano. Es un toque sutil. Hecho con cuidado y respeto. Continúa bajando por las piernas hasta llegar al pañuelo que ata mi tobillo derecho a la cama. Como si supiera lo que siento, me masajea la zona rodeándola con todos sus dedos.

De nuevo la insostenible nada, hasta que oigo algo caer y moverse. Me imagino a mi novio desabrochándose los pantalones y dejándolos caer al suelo.

De nuevo la cama hundiéndose, pero ahora entre mis piernas.

Miro atrás. Sigo viendo negro.

Diez dedos me tocan la parte interna de los gemelos, cinco para cada uno.

Van subiendo.

Más.

Mi culo se alza instintivamente y mi ano se contrae, arrastrando consigo, los labios vaginales en un guiño cómplice: -«soy todo tuyo.»- le está diciendo.

Tener los ojos vendados me agudiza el resto de sentidos, en especial el tacto. Casi veo esos dedos extendidos llegar a mis rodillas, pasar a mis muslos, rodearlos, apretarlos…

Gimoteo mientras me muerdo el labio inferior. Hasta creo sentir sus dedos diferentes a otras veces, más ásperos y precavidos. Casi diría que siento el miedo en sus yemas, como si cada contacto pudiera despertarlo de su sueño.

Las manos siguen subiendo. Casi todos los dedos se extienden abarcando mis nalgas, separándolas, pero los pulgares se adentran entre ellas llegando a rozar mis labios vaginales… Uuuuf… Y después mi ano.

La maniobra se repite unas cuantas veces y la situación ya roza lo insoportable. Notar esos dedos tan cerca de mi chorreante coño me vuelve loca.

Cada pulgar juega con un agujerito: mi ano se vuelve a contraer sobre uno y mi coño ducha al otro.

-«Por fin»- pienso mientras el dedo me penetra casi sin querer. No ha tenido que hacer fuerza, ha resbalado solo al interior. Ha sido como un despistado montañero que no contaba con que el filo del precipicio fuese tan resbaladizo, y cae, y cae hasta las oscuras profundidades…

Arqueo mi espalda y las muñecas me crujen en el interior de las esposas… me muero de deseo de oír el ruido que hace ese montañero al tocar fondo, pero aún no llega ese momento porque el masaje pasa a mi espalda. Siento el pulgar dejando el rastro a su paso, como si de un caracol se tratase.

Las manos llegan a mis hombros y sus codos a mis caderas.

Unas rodillas chocando con las mías.

Entre mis piernas un aliento en forma de caliente brisa que cruza, aullando, el acantilado de mis nalgas.

Las manos descienden y convierten ese acantilado en un valle lleno de agujeros palpitando desesperadamente por ser profanados.

Son inaguantables estos oscuros momentos de espera.

Muevo mis manos en busca de algo de contacto pero sólo cojo aire.

Un húmedo contacto en mi raja, y mis manos se abren dejando escapar el aire que acababan de recoger.

Sé que es una lengua, pero no verlo da a la situación un morbo infinito.

Siento sus mejillas rozando la parte interna de mis nalgas, la lengua resiguiendo mi raja y su lengua taponando mi ano.

Nunca me había sentido tan expuesta. Siento cierta intranquilidad, sobre todo cuando la lengua sube y me recorre las nalgas evitando el oscuro anillo del fondo. ¿Y si está sucio?, ¿Y si…?.

Mis pensamientos se interrumpen de inmediato al sentir la presión en mi ano. La punta de la lengua ha caído en picado describiendo una lenta espiral.

¿Qué es el amor? se han preguntado muchos. Yo, una simple enfermera, atada y espatarrada a una cama he encontrado la respuesta: el amor es chuparle el culo a alguien. Eso es el amor. Algunos han dicho que amar es dar algo sin esperar nada a cambio… No. Amar es dar aunque a cambio te lleves una mierda.

Y cómo me ama mi novio… ¡¡¡¡Dioos!!!!. Los tanteos iniciales se han convertido en una brutal jalada de ojete. Sus labios aprisionan el esfínter canalizando el paso de la lengua al interior de mi cloaca. Una y otra vez. A cada lametón siento como me dilato milímetro a milímetro.

Él siempre ha sido un poco reticente a los temas anales, pero hoy se está resarciendo a gusto. Me excita aún más saber que él se está dejando llevar tanto como yo.

Sin dejar el culo de lado, me ataca el otro agujerito con un dedo. Enseguida mi lubricidad le hace saber al dedo que necesita refuerzos. Éste sale un momento para volver con un nuevo compañero.

Eso es otra cosa. Me folla con los dedos de la mano dibujando una pistola, uniendo dos como cañón, el pulgar extendido a forma de martillo y los otros dos encogidos, de gatillo y entrando de lado.

La otra mano sigue separando una nalga y, con su lengua endurecida, me va taladrando el ano, llegando cada vez más adentro.

Con media lengua introducida en el culo, el ritmo de los dedos folladores va aumentando sin compasión. La fuerza bruta de la follada digital me obliga a morder la sábana. No puedo, ni quiero, reprimir unos gemidos que mueren sobre el colchón. La introducción de la simulada pistola empieza de costado, pero, al ir avanzando, los dedos chocan con mis piernas y van girando para quedar el pulgar encastado a lo largo de la raja del culo

En medio de un brutal gemido, la lengua abandona mi ano, no así los dedos de mi chochito que se retuercen recogiendo el rocío vaginal.

Al salir reparten la humedad por el agujerito de más arriba.

Otra vez en mi coño y, de nuevo, en mi culo.

Una puntita se cuela dentro, calibrando mi estado de dilatación. No es óptima, pero va en aumento.

De nuevo la insoportable nada hasta que las manos vuelven a abrir las nalgas.

Algo se posa entre ellas. Es largo, cilíndrico y caliente. Palpitando vida, los huevos caen sobre mi rajita y la polla me llena el interior de las nalgas. Madre mía, qué grande parece, se le ha puesto más dura que nunca.

La verga se desplaza por la raya de mi culo. La punta se detiene en mi arito. Me lo imagino como un Frankfurt sobresaliendo por los extremos del pan y untada con el Ketchup y la mostaza más naturales que podrán encontrar en su vida.

Mi respiración se detiene. Los latidos de mi corazón rebotan en mis sienes y siento el eco en mis bajos.

Contraigo mis nalgas.

Una palmadita en la nalga derecha desaprueba mi acción. No me ha dolido, al contrario, me deja con ganas de más.

Las sacudo en signo de invitación.

Otra palmadita, ahora más briosa. Otra más. La nalga me arde un poco. La polla baja, baja y no vuelve a subir. Siento la punta en la entrada de mi tesoro.

Presión hacia mi interior. El capullo cruza el alféizar de mis labios pero acaba saliendo por arriba sin llegar a entrar.

Una, dos y tres veces se repite la agónica maniobra. Pocas veces he estado tan necesitada de ser follada y no de cualquier manera: fuerte, con violencia, sin demostrar respeto alguno… Y luego que me sodomice sin compasión, partiéndome el ojete en mil pedazos y, justo antes de correrse, que me la meta en la boca y me la llene de leche caliente.

Cuando estoy a punto de pedírselo las manos me presionan las nalgas y me ensarta la polla en pleno chocho hasta los mismísimos huevos.

Mis brazos se tensan, durante un momento creo que las esposas se van a partir en mil pedazos, pero no. Resisten. Estiro mi cuello y mi boca se abre.

Soy feliz.

Generalmente busco arrumacos, atenciones y caricias para ponerme a tono. Hoy no. Él ha entendido a la perfección el juego. Me encanta su falta de cariño, que no me hable, que no me bese. Sólo follar. Eso es lo que necesita una puta sumisa como yo. Y eso es lo que me está dando.

Y cómo.

Sin dejar de apoyarse en mis nalgas, la polla se va retirando. Pero no se va, sólo está cogiendo carrerilla. El siguiente envite casi me estampa contra el cabezal de la cama y me arranca los tobillos de cuajo. El cabello me ha salido disparado tapándome la cara. Lo noto cosquilleando en mi frente y mejillas mientras la polla se bate en una nueva retirada.

Cierro los ojos con fuerza y resoplo haciendo bailar a mis pelos sobre mi cara.

Otra embestida salvaje. Y otra.

Los nudos de los tobillos se endurecen ante tanto trajín. Duele, pero lo resistiré. El placer que emana de mi coño es superior a todo. Y más aún cuando empieza a follarme con buen ritmo.

Antes de que entrase en la habitación yo ya estaba preparada. De hecho, creo que lo estaba desde que he sacado los utensilios del armario. Me ha faltado poco para correrme cuando, ya con los tobillos atados y la venda puesta, he cerrado las esposas. Ya no había vuelta atrás y mi conejo no ha parado de soltar jugo todo el rato.

Así que la polla entra y sale de mi coño con pasmosa facilidad. Sin dejar de bombear me va ejercitando el ano con un pulgar.

Siento caer algo húmedo en mi ojete. Luego, de nuevo el dedo describiendo círculos.

Oigo el ruido característico de una garganta acumulando saliva en la boca.

El dedo se aparta.

La polla se para.

De nuevo algo húmedo en mi culo. Es un salivazo. Ahora estoy segura. De nuevo con un pulgar empieza a aliñarme el ojete.

Sólo de pensar en su polla dentro de mi culo casi me corro y en alguien escupiendo en mi culo… Aaah. Definitivamente me corro.

La polla y un dedo me follan al unísono: el primero mi coñito y el segundo me trabaja el ojete lentamente, que se va abriendo como flor en primavera.

Cuando ya medio dedo me cabe bien, éste se retira para, agarrándome de las caderas, ayudar en una gran follada de coño.

La verga empieza a entrar y salir por completo a un ritmo endiablado, los cojones repican creando una sinfonía que acompaño con sonoros gemidos. Su vello púbico me cosquillea en las nalgas que continúa abriendo con fuerza.

Un par de ensartadas brutales casi me desencajan los tobillos.

Siento la necesidad de rasparme el clítoris. Mis manos forcejean desesperadas por liberarse y poder aplacar el picor pero es inútil.

Intento hacer algo frotándome con la sábana. Nada.

Creo que me va a explotar en cualquier momento.

Pero es otra cosa la que explota. Las manos se cierran más sobre mis nalgas. La polla se mete hasta el fondo y, ahí dentro, se corre con violentos borbotones. Siento el primer chorro llegando casi al estómago, y el segundo y el tercero… Oigo como intenta reprimir unos gruñidos mientras se vacía en mi interior y deja sus dedos grabados en mis glúteos para contrarrestar el placentero dolor que emana de su polla.

Cae sobre mí con todo su peso. Mis manos quedan atrapadas bajo su vientre mientras la verga sigue agonizando en lo más hondo de mi vagina. Sus labios besan mi espalda y se va incorporando lentamente. Hoy no se ha afeitado y me raspa con su incipiente barba.

La polla acaba saliendo en una dolorosa retirada. Mis muslos se convierten en una cascada de esperma. Si no es porque sé que es semen, diría que es mi chocho que llora por la despedida.

De nuevo me siento sola, sin sentir contacto ninguno. Me imagino que cogerá las llaves de las esposas que están sobre la mesita y me liberará. Creo que noto algo a mi lado. Por un lado necesito que me libere, poder mover mis manos y piernas pero, por otro lado, deseo que siga follándome todo el fin de semana.

Algo roza mis labios.

Otra vez.

Saco mi lengua intentando atraparlo.

Contacto con un dedo. Lo chupo. Sabe a sexo. Lo saboreo al completo llegando hasta el nudillo.

Otra vez algo en mis labios. Está ligeramente rasposo. Me arriesgaría a decir que es un codo.

Ahora otra cosa. Está más caliente. Más sabroso. Es su polla. No hay error posible.

Sus manos me recolocan la venda, que ya empezaba a caer.

No he llegado a ver nada, ni lo necesito ni quiero.

Desesperada me lanzo a boquear, intentando alcanzar el anzuelo.

Nada.

A cambio recibo un porrazo en la mejilla. Y otro.

Cuando creo que llegará el siguiente, giro mi cara abriendo la boca todo lo que puedo.

Bingo. He cazado la polla al vuelo cuando se disponía a lanzarme un nuevo mandoble.

Rápidamente aspiro con todas mis fuerzas, atrapando su polla.

Estirando con fuerza, consigue sacarla haciendo un ruido parecido al descorche de una botella.

En mi boca queda el gusto de esperma y coño que saboreo moviendo mi lengua por todos los rincones de mi boca.

De nuevo la acción se inicia en mis partes bajas.

Un nuevo salivazo en el ojete. Ahora me lo esparce con toda la mano, recorriendo el ano un sinfín de veces. De vez en cuando un dedo se introduce- Cada vez más.

La dilatación va avanzando con más dedos y, de nuevo, la lengua. Me muero cada vez que me lo come. Lo hace sin reparo ninguno, como siempre había soñado.

Podría estar horas y horas describiendo los preliminares pero pasaré directamente a lo bueno.

Siento sus dedos cerrados alrededor de su capullo tocando el interior de mis nalgas. El pulgar por arriba y los demás por debajo contactan con mi ano. Entre ellos empieza a emerger el estilete. Lo mueve por toda la zona impregnándolo de saliva y aprieta contra la diana.

Intento relajarme todo lo que puedo con una polla a punto de meterse en mi culo.

Más presión.

Dolor.

Desgarro.

Penetración.

Ha entrado el capullo.

Mi alarido creo que se debe haber oído en todo el bloque de pisos.

La polla se retira asustada.

-«No, no. Sigue», le imploro a la oscuridad. -«No te preocupes. Ya sabes que sólo es al principio cuando me duele. Aunque te lo pida, tú no pares».

La polla vuelve a situarse… Y a presionar.

Ahora entra más y mejor, pero de nuevo vuelve a tocar fondo demasiado pronto. Sus manos me separan las nalgas como tenazas. No sé si eso servirá de mucho…

Presiona un poco más. Eso sí servirá.

Levanto mi cara por la necesidad de tensar algún músculo y cierro los ojos dentro de la venda al sentir como se va abriendo paso en mi esfínter.

-«Cuesta»- pienso para mis adentros.- «Demaaasiiaadooo. Es como si…»

Un pensamiento que cruza mi mente a la velocidad del sonido.

-«¿Y si?…». Otra vez soy incapaz de acabar la frase.

Necesito quitarme la venda. Fuerzo con mis manos sin caer en lo imposible de la tarea.

Mi respiración empieza a desbocarse y el corazón parece querer salir disparado por mi boca.

La polla continúa inexorable hacia dentro.

Froto mi cara en un inútil intento de sacarme la venda contra la cama. Me la he apretado demasiado… Mierdaaa.

-«Para, para.»- le pido desesperadamente.

La verga se retira un poco.

Suspiro aliviada. Necesito, antes de continuar, poder acabar la frase y comprobar lo equivocada que estoy.

-«¡¡¡¡Aaaaahhh!!!!».

No se retiraba, sólo cogía carrerilla. ¡Y cómo!. Más de media polla se ha incrustado de golpe, doblegando la resistencia de mi esfínter a base de fuerza bruta.

Un nuevo golpe de cadera me la hunde un poco más. Siento mi culo como si fuera a explotar pese a que haya cambiado la introducción bestia por otras más cortas pero más seguidas.

Mi cabeza tiene dudas pero mi cuerpo ninguna. Mi coño patina como nunca, mi culo canta ópera, con gritos agudos pero de una afinación estelar. En el fondo de mi mente, sé la respuesta a mis preguntas… pero me importa un huevo. Ahora mismo no me importa el dolor, sólo me importa que la tengo en mi culo y que ha de entrar más, mucho más.

Así, poco a poco, consigue ir metiéndola por completo, hasta los huevos.

Con el canal ya dado de sí me lo va follando por completo, sacando y metiendo toda la verga.

Al principio la friega en el coño para sacarla, de nuevo, bien lubricada. Al cabo de un rato ya no es necesario: mi ojete debe tener el tamaño de una moneda de 2 euros donde la polla campa a sus anchas.

Sentir como va entrando me deja sin habla y, una vez dentro, me obliga a chillar, a sacar mis tripas por la boca, pero me encanta. Sentir cómo bombea dentro de mi culo y no de mi coño, me excita, me incendia por dentro. Saber que mi cerradito ano se ha abierto de par en par y que se está tragando la polla sin problemas me saca de mis casillas.

Me corro. Y cómo. Nunca me había corrido con un anal y, desde luego, espero que no sea la última: mi espalda cruje hasta casi partirse, los dedos de mis pies se separan, mis manos se entrelazan y de mi chocho salen gritos de ánimo al culo: -«Bien, bien, dame más»- parece decirle. El negro se vuelve blanco bajo la venda.

Tras mi culo, él se detiene asustado, supongo, por mis temblores y jadeos. No está acostumbrado a este tipo de orgasmos. –»¡Es la primera vez que me lo haces así de bien! Esto hay que repetirlo más veces»- pienso mientras muevo mi culo lo que puedo, acercándolo a él, y consiguiendo que me vuelva a petar el culo.

En unos instantes la zona permite alguna que otra virguería: con sus caderas describe círculos que traza dentro de mi ano con la punta de su pincel. Maravilloso, sobre todo si está hecho con un pincel de brocha gorda.

La sodomización acaba como debe ser: una abundante y caliente corrida. La leche me llena el esfínter y, al más mínimo movimiento de la verga, acaba emanando a lo bestia del agujero de mi túnel.

Siento el torrente derramarse sobre la rajita de mi conejo mientras la polla se refriega en mi culo, untándose de la blanca esencia.

Con el cucharón bien untado se levanta de la cama.

Unas manos a mi espalda tiran de mí, acercando mi cara todo lo que pueden al borde de la cama.

Como en boca cerrada no entran moscas, ni pollas tampoco, abro la mía todo lo que puedo. Sonrío al pensar que debo parecer una muñeca hinchable.

La polla aprovecha la ocasión para buscar cobijo.

Con delicadeza saco brillo al sable tragándome todo lo que tiene pegado a su tronco. Yo no me muevo. Es él quien va metiendo y sacando la verga a su antojo: lento, suave y apoyada en mis labios me va follando la boca como si fuese un taco de billar deslizándose entre unos dedos a punto de golpear la bola blanca.

Intento desgranar el abanico de sabores del polo de carne: polla, semen y algo que creo es el sabor de mi culo. Todo delicioso.

Luego saca el taco y lo deja apoyado sobre mi mejilla. Ahora son las bolas de billar las que caen sobre mis labios. Ladeando la cara resigo la polla con mi lengua como si lamiera una piruleta. Un nuevo porrazo en mis labios en desaprobación a mi iniciativa. Entendida la orden me quedo quieta mientras la verga se beneficia la boca una y otra vez.

Una vez bien limpio y reluciente, el pene desaparece.

Un chasquido.

Libertad en mis muñecas.

Me las manoseo devolviendo la circulación a su sitio.

Sin prisas, y sintiendo las punzadas de mi culo, me quito la venda de la cara y me libero los tobillos.

En 10 minutos estoy bajo la ducha y en 25, enrollada en una toalla y secándome el pelo con otra.

Completamente satisfecha salgo al salón. Una gran sonrisa ilumina mi rostro al encontrarme cara a cara con mi novio.

En un par de pasos me cuelgo de su cuello, agradeciendo el rato que me ha dado antes: le beso, le abrazo y le aprieto contra mí.

-”¡Qué contenta estás!, ¡Acabo de ver el mensaje!, ¡Ahora me cuentas la sorpresa!” me dice, yo pongo cara de no entender nada, “siento haber tardado tanto, teníamos una urgencia de máxima prioridad en la oficina y me tuve que quedar, le dejé las llaves a Mario para hacerme el favor y escanear unos papeles desde mi despacho, le dije que esta era una situación especial y que podía comportarse como si estuviera en su casa, espero que no te haya molestado mucho!”.

Sus palabras me atraviesan como una flecha, bajo la toalla, mi cuerpo es un témpano.

Por encima del hombro de mi novio le veo, ahí sentado con su metro ochenta, su pelo moreno y sus ojos azules brillando irradiando felicidad. Mario parecía estar muy satisfecho.

Mientras se toma un café, me hace un guiño y sonríe desde el sofá… el témpano se resquebraja en mil pedazos.

PD: «Hoy es un día especial, hoy soy toda tuya. Soy tu puta. Haz lo que quieras con mi cuerpo… LO QUE QUIERAS.».

Seguiré pensando en otra sorpresa para mi novio.

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